Gárgolas insomnes

Septiembre 30 de 2010

¡Terminó la guerra contra el narco!

Fotomontaje: David Camargo

[] Iván Rincón 10:20 PM

Septiembre 23 de 2010

Morir al cabo

Mis abuelas hicieron lo mismo que sus grandes casas: empequeñecer; luego la madre de mi padre perdió la memoria y, además de olvidar los nombres de sus hijos, empezó a confundir la noche con el día; de la demencia senil pasó a la muerte mental y la enorme agonía de su cuerpo diminuto, que no dejaba de respirar; su corazón siguió latiendo y bombeando sangre al resto del cascarón en ruinas, en frágil miniatura, en un lecho de inutilidad vegetativa y sensibilidad reducida inexorablemente al dolor físico, al agotamiento de una existencia sin fin alguno y, peor todavía, sin final. Mi papá escandalizó a sus hermanos con el planteamiento de la eutanasia y, un buen día, mi abuela blanca de cabellera plateada terminó de morir sin ayuda, sino por el contrario, con el tratamiento de prolongar artificialmente la muerte en vida.

Mi abuela materna, por su parte, hacía un cotidiano esfuerzo, cada vez más grande, por seguir el paso de los días con medio litro de sangre dentro del cuerpo también mermado y ruinoso, agobiado además por el desgaste óseo, hasta que una crisis puso de manifiesto la casi trágica realidad; ella y su hija mayor, principalmente, hicieron de la voluntad un milagro de sobrevivencia, mientras la hija menor entraba en su propia crisis; tenía cáncer en el estómago, pero el Seguro Social diagnosticó -si acaso puede llamarse así a su negligencia criminal- colitis, y mi tía padeció de una horrible agonía y una muerte lentísima que, de ser atendido a tiempo el verdadero mal, no habrían ocurrido. El mismo IMSS estuvo relativamente cerca de amputar las piernas de mi abuela, que había visto envejecer y morir años antes a su hijo mayor como una momia por la enfermedad más aberrante del ser humano: miseria crónica. Finalmente, después de perder a otros parientes y el oído, mi abuela morena de cabellera gris también se fue, pero siempre mantuvo, hasta en la última época de pérdidas, una lucidez envidiable, que ni sus hijos...

El sacristán ha visto
hacerse viejo al cura,
el cura ha visto al cabo
y el cabo al sacristán,
y mi pueblo después
vio morir a los tres,
y me pregunto por qué
nacerá gente
si nacer o morir es
indiferente.

Un testimonio grabado en audio y memoria mental, en las cañadas tzeltales de la Selva Lacandona, durante la ofensiva militar de 1995, dice que los priistas de la comunidad se habían ido para que el ejército federal echara bombas y, una vez muertos los que no eran priistas, ellos regresaran.

-¿Y ustedes por qué no se fueron? -pregunté.

-Porque nosotros no tenemos pena de morir. De por sí nacemos para morir. Vivimos, pero nomás unos tiempos. Después, morimos todos como polvo. Ese es el plan de Dios.

Y yo adelanté hoy el tradicional día de muertos, porque para mí todos los días son de muertos...

[] Iván Rincón 8.01 PM

Septiembre 11 de 2010

Efemérides

El 11 de septiembre es una fecha doblemente trágica para nuestro continente. En 1973, hace 37 años, un golpe de estado enlutó a miles de familias sudamericanas, desde entonces en el exilio o resistiendo en su tierra la brutalidad militar... En 2001, los avionazos que derribaron las torres gemelas del World Trade Center (WTC) en Nueva York, y destruyeron parte del Pentágono en Washington, levantaron una cortina de humo y polvo en la memoria histórica del mundo, que solía recordar este día el golpe militar en Chile, auspiciado por Estados Unidos, el país agredido 28 años después por sus propios engendros terroristas. "Quien siembra vientos, cosecha tempestades", reza el proverbio que, en este caso, debería decir: Quien siembra tempestades, cosecha lo que siembra. Una de kamikaze por las que van de bombas y napalm... Se trata de crímenes contra la humanidad y terrorismo, aunque el episodio chileno es terrorismo de estado, categoría todavía más grave, y ambas tragedias hacen del 11 de septiembre un día de luto.

Geográfica y económicamente, México forma parte de América del Norte, pero en todos los demás aspectos somos un país latinoamericano. En el año del bicentenario y el «mes patrio» no tenemos nada qué festejar: ni la dependencia mexicana de la economía gringa (en vez de festejarla, debería darnos vergüenza) ni el rotundo fracaso de una revolución fratricida y traicionada que, a la luz de la podredumbre institucional, amerita levantarnos en armas. Al contrario, además del duelo en la patria grande por sus tragedias, principalmente la de Chile, nuestra bandera debería estar a media asta, pues también aquí ocurre un golpe de estado que enluta cotidianamente al pueblo y ensangrenta el territorio nacional de norte a sur y de este a oeste, en una guerra no menos terrorista y criminal, golpe de estado que además no es el primero en la historia reciente de México: el salinazo de 1988 tuvo una réplica exacta en 2006, pero descaradamente apoyada en las fuerzas armadas, a las que mantiene fuera de sus cuarteles, patrullando las calles y carreteras con garantías colectivas de impunidad al atropello de las garantías individuales por el fuero de guerra, sueldos cada vez más elevados a los altos mandos y condecoraciones a secuestradores, torturadores y genocidas, autores de las desapariciones forzadas durante la llamada «guerra sucia», como en un estado de excepción convertido en regla general por el cinismo fascista, que glorifica lo más nefasto del pasado y reivindica su presencia, un vil estado de sitio concebido como normalidad, como cualquier otro pinochetazo.

¿Bicentenario de la independencia de qué? No existe nada peor que depender del crimen organizado para legitimar la violencia que impone al "gobierno" en México. El ejercicio de la fuerza gubernamental ante la ejercida al margen del estado requiere de ella tanto como la camarilla de Bush el pequeño requirió del terrorismo internacional engendrado por Estados Unidos; los ataques del 11 de septiembre salvaron momentáneamente a su "administración" del naufragio y, así como la organización paramilitar Al Qaeda es producto de la Guerra Fría (Pentágono y CIA) contra la ocupación soviética en Afganistán, la banda paramilitar más terrorífica y sanguinaria que opera en México bajo el mando del cártel del Golfo, Los Zetas, primero surgió del ejército federal con entrenamiento kaibil, cuerpo de élite originalmente formado contra el EZLN y otros movimientos guerrilleros, y después reclutó agentes de corporaciones policiacas, retirados o en activo, expertos en explosivos, artes marciales, técnicas de interrogatorio con tortura, etcétera. De esa delincuencia desertora depende la mafia trasnacional que usurpa Los Pinos para detentar el poder mediante la violencia. El fuego cruzado entre policías, militares y paramilitares ha causado más daño del que dice combatir esta demencial cruzada contra sí misma. Felipe el espurio y su frenética militarización de la vida pública y privada, en aras de privatizar todo lo existente, ha pasado a la historia como un ser de tamaño inversamente proporcional al de su colosal destrucción, así como el caso más representativo de enanismo magno.

¿Bicentenario de cuál independencia festeja la masa en el demagógicamente llamado «mes de la patria», cuyo efecto embrutecedor es comparable con el de la religión, la televisión y el fútbol, en una borrachera de cerveza, tequila y orgullo bajo fuego de artificio, fervor pirotécnico, alegórico estrépito? El nacionalismo fanático de ocasión -festividad a la mexicana, ebriedad a lo bestia, imbecilidad a lo grande- se desata y anda suelto, satura el aire de humo y ruido, se ahoga en alcohol y desahoga su ánimo de apoteosis en el anonimato de la muchedumbre. Basta con acercarse al Centro Histérico de Ciudad Monstruo durante «la noche del grito» para confirmar la identificación adocenada, el comportamiento de la gente aglomerada como concurrencia de rebaños. Los franeleros hacen su agosto en septiembre con el respectivo permiso de la autoridad correspondiente y, desde luego, la complicidad cobarde, indolente y apática de personas comunes y corrientes que ni siquiera saben caminar y tampoco se enteran, pero cenan en Sanborns. Un@s toman las "grandes decisiones" en la cima, por encima de l@s demás, que las hacen posibles, acatan las órdenes y los desórdenes al pie del país, asumen sus costos y consecuencias desde la inconsciencia generalizada y hasta el aturdimiento catártico en días de fiesta "nacional". Gran decisión: pagar menos de 300 pesos a la semana por el trabajo de una mesera; pequeña decisión: cenar en Sanborns y compensar con propinas la miseria de Carlos Slim. ¿Cuál patria? Todo México es territorio Slim, que tiene propiedades en cada esquina...

El 11 de septiembre es una efeméride trágica para el norte de América por el ataque a varios edificios que simbolizaban al máximo poder financiero y militar (es decir, al imperialismo), y para el sur de América por el ataque al pueblo de Chile, que había decidido su ruta soberana y representaba la realización de una utopía: la vía democrática al socialismo, algo que no podía tolerar el máximo poder financiero y militar, es decir, el imperialismo. El golpe de estado que derrocó al gobierno chileno de Unidad Nacional a sangre y fuego es una tragedia histórica para todo el subcontinente, por llamar así a nuestra América, la patria grande, cuyo territorio abarca desde la Patagonia hasta el Río Bravo y cuya población lucha por vivir más allá de su tierra natal, allende la frontera norte, con la migración masiva en busca del trabajo y las oportunidades negadas en el sur, que suelen ser un espejismo al otro lado. Este día es de luto para la patria grande, pero los mexicanos en general parecen ignorarlo y festejar algo que también ignoran, a saber, un grito de independencia nacional que la demagogia recita como símbolo de lucha emancipatoria, sinónimo de gloria pretérita que hace al pueblo prescindir de grandes gestas sociales en el presente, un siglo después de iniciado el ciclo revolucionario un siglo después de iniciado a su vez el ciclo de nación independiente y soberana que nunca jamás concluyó y, en el año del bicentenario y el mes de los festejos patrios, no es más que alharaca de orgullo ebrio y soberbia: ¡Viva México, cabrones! ¡Vivan los héroes que nos dieron patria, por estar muertos y enterrados! ¡Viva la patria, por ser noción irreal en el discurso! ¡Viva septiembre y su olor a pólvora quemada que nadie asocia con una revolución armada, sino con degradación patriotera!

«La noche del grito», podría ser el título de una película de horror, una horrible película de espantos, una espantosa película de cine mexicano a diez pesos por función en Cinemark durante un día del año, el segundo jueves de septiembre ("al chile", no alude al país hermano la publicidad rascuache, sino al picante verde que identifica nuestra alimentación). «La noche del grito» es más bien el momento climático de los festejos septembrinos que, por costumbre y tradición, inducen la ignorancia de su vacuidad, la confusión de sentimientos y emociones, la sensibilidad entre aturdida y atrofiada por la contaminación, evasión abismal del profundo abismo que llamamos México...

[] Iván Rincón Espríu

Septiembre 4 de 2010

Mapa septembrino

En el Año del Bicentenario y el Mes Patrio celebramos la Independencia de México y la Revolución; en la Noche del Grito, el 15 de Septiembre, damos gracias a «los héroes que nos dieron patria» : Hidalgo, Morelos, Guerrero, Iturbide, La Corregidora... La Reforma está entre la Independencia y la Revolución, y atraviesa Insurgentes. Independencia es una avenida en Guadalajara y otra en Veracruz; en el Distrito Federal es unidad habitacional y calle perpendicular al Eje Central, además de tener una columna y un ángel en Reforma; Revolución es una gran avenida, pero de un solo sentido, así como una estación del metro; Hidalgo es un estado, una avenida y una estación del metro con tradición de ligue entre gente gay, aparte de una máxima para borrachos y políticos a finales de sexenio: «chingue a su madre el que deje algo»; Morelos es estado, estación del metro y avenida en Monterrey, así como un mercado peligroso que no respeta los precios oficiales de productos básicos, de primera necesidad; Guerrero también es un estado, lo mismo que un municipio de Chihuahua y otro de Coahuila, una ciudad tamaulipeca y una colonia de miedo en la Ciudad de México; la calle de Iturbide, por su parte, apesta a meados y tiene un Palacio Chino; La Corregidora es un estadio de fútbol mediocre...

Las fiestas mexicanas de septiembre son llamadas también festejos patrios por estar dedicad@s obviamente a la Patria, que es una vecina lesbiana, culera y autoritaria, con la que me topo a veces en el tianguis.

El Grito de Independencia incluye un viva la Libertad, calle otrora de putas baratas por La Lagunilla, quienes ahora están en el Congreso de la Unión y cobran carísimo; a propósito de putas, en México hay dos con los nombres de Justicia y Nación; una se vende al mejor postor y es demasiado exclusiva; la otra está de ganga.

Para quienes disentimos de mamadas septembrinas y nos limpiamos el culo con ellas, el día 15, próximo a padecer, será de indignación y silencio nacional por el secuestro de México, en vez de alharacas patrioteras con petardos y gritos dizque de independencia, estrépito festivo que habrá de todos modos como todos los años, pues las minorías privilegiadas se deben a las mayorías embrutecidas que, por costumbre y tradición, festejan todo cuanto sirva para evadir la realidad de que no hay nada qué festejar.

[] Iván Rincón 8:56 PM

En días patrios, más que nombres con significado, hay una gran suma de insignificancias que tiene como resultado una insignificancia inmensa, ruidosa, identitaria de seres que infestan... engentan las plazas públicas por costumbre como sinónimo de vicio, como quienes viven por costumbre, contaminan por costumbre, y despojan de contenido las fechas históricas, días feriados que son más bien ocasión para emborracharse de alcohol a lo bestia y estupidez a lo grande, multitudinaria, de masa no encefálica, sino acéfala. Esta gente no toma "grandes decisiones", sino cerveza y tequila, y grita: ¡Viva México, cabrones! ¡Has de ser franchute, culero! ¿Qué pedo? ¿Un tiro? Se quita el sombrerote y, órale, cabeza que no piensa, embiste.

[] Iván Rincón 05/09/10

Agosto 25 de 2010

Mensaje público a Axtel

¿Cuánto le paga Telmex a Axtel por desconectarme a cada rato de la red? ¿Me desconecta por creer que tengo contrato de servicio telefónico con esta empresa prestanombres de Telmex? ¿Acaso cree que, si lo tuviera, seguiría tratando con aprendices del estilo Slim? ¿Qué gana Axtel cuando impide que me conecte?

Ayer en la noche me desconectaron cuando ni siquiera un minuto había pasado y, ni en dos horas de intentarlo, pude reconectarme. Hoy logré conectarme a las 15.20 y me desconectaron a las 15.44, en el preciso instante que intentaba pagar vía Banca en Línea por algo que más bien debería cobrar, coincidencia que me hace sospechar otra posibilidad: que a Axtel le urge perder la relación que mantuve con Avantel durante casi una década.

¡Felicidades! Ya lograron chingarme la existencia. Tengo un registro puntual de todo y lo haré público en su momento. Por lo pronto, pueden ustedes leer algo de publicidad cara, que habla mal de Axtel, pero no tanto como Axtel, en esta y muchas otras direcciones.

No voy a dejar impune la pérdida que esta interpósita filial de Telmex ha causado a mi vida (tiempo y energía, salud física, mental, económica). Así tarde años, me voy a cobrar cada minuto...

Iván Rincón Espríu

PD. Logré reconectarme a las 17.20 de hoy, en el enésimo intento, ¡dos horas después del primero!

[] Iván Rincón 5:23 PM

Agosto 23 de 2010

¿De quién es el dinero de Carlos Slim?

Este mes pagué $288.00 a Telmex por el consumo de junio. Según el recibo de agosto, hice 167 llamadas locales, así que debía pagar $156.55 de renta, que incluye cien llamadas, y $99.16 por 67 llamadas adicionales a $1.48 cada una, sin contar impuestos, o sea, $255.71, más el 3% ($7.67) por Impuesto Especial sobre Producción y Servicios (IEPS), o sea, $263.38, cuyo 16% de Impuesto al Valor Agregado (IVA) es $42.14, cantidad que, sumada a la anterior, asciende a $305.52. Eso debía yo pagar en total, según el recibo, pero tenía $17.00 de "saldo" (robo de uso es el nombre del delito cometido en este caso por mediación de un cajero automático), así que mi deuda final descendió a $288.00, gracias al generoso "crédito por redondeo" de $0.90 que se redujo a $0.52 ante un "cargo por redondeo" de $0.38, con tal de no cobrar centavos. ¿Qué tal? ¿Quedó claro?

Espero que el público lector no esté mareado todavía, pues "el sistema" Telmex es tan infalible que todas esas cuentas son incorrectas. Para empezar, no hice 167 llamadas, sino 70 menos, o sea, 97, contando siete a números que empiezan con 01 800 (LADA sin costo), así que mi verdadera deuda era nomás por la renta y los impuestos, o sea, $187.20; los $118.32 restantes son un robo neto, que representa más bien la parte ilegal del robo y el 40% del total.

Como "el sistema" opera infaliblemente, me permito obviar que el recibo de agosto es representativo de los anteriores en general y que, si confrontara mi registro con los números de Telmex, confirmaría una diferencia similar a su favor, al menos desde la privatización. Hablo de mi caso en particular, pues otras personas pagan por servicios adicionales que no pidieron y entonces el atraco es mucho mayor (he aquí un ejemplo). Si damos por hecho el 40% como porcentaje mínimo -es decir, inferior al promedio- de robo ilegal -es decir, adicional al robo legal-, podemos hacer también el siguiente razonamiento.

Carlos Slim tiene $60,600,000.000 (sesenta mil seiscientos millones de pesos) y el 40% de esa cantidad, a saber, $24,240,000,000 (veinticuatro mil doscientos cuarenta millones de pesos), fue ilegalmente obtenida. A eso hay que agregar que las tarifas telefónicas en México son un robo de por sí, que los impuestos son otro robo y sus nombres, una burla; además, las acciones de Telmex que hacen al parásito mayor (perdón, quise decir accionista) el principal dueño de la empresa fueron compradas por debajo de su precio real; además, el gobierno remató una industria que debía y debe todavía ser considerada como estratégica y, en consecuencia, seguir bajo la rectoría del Estado como propiedad de la nación; además, la subasta fue una operación por lo menos sospechosa de favorecer intereses del chupacabras y su mafia...

Con ese antecedente, a la luz del actual panorama nacional de las telecomunicaciones, el instinto se permite ahora especular: Carlos Slim es prestanombres y tiene prestanombres; ante una eventual reforma que, al menos en teoría, pondría límites al monopolio de Telmex y Telcel, y un eventual acatamiento de recomendaciones internacionales en la materia (la OCDE, por ejemplo, ha recomendado prohibir a Telmex expandir su imperio a la televisión), Slim y socios inventan su propia competencia; de ahí que Axtel y Nextel interrumpan a cada rato el servicio de internet y obliguen a los usuarios a pagar más de la cuenta, en telefonía fija y local, al gigante con el que fingen competir; de ahí que, al amparo del colapso que llaman crecimiento y del trastorno que llaman "el sistema", sean la misma chingadera, pero en bruto y pigmeo. Lo seguro es que Telmex, antes de absorber Prodigy, fue pionera en esas prácticas, tan permitidas por el gobierno como ejemplo a seguir por otras empresas, cuando contratar el servicio de internet se hacía en cinco minutos, pero descontratarlo tardaba medio año...

En fin. Se trata de una hipótesis especulativa, una posibilidad más entre quienes persiguen fines de lucro sin principios éticos y, en lugar de valores, tienen precios, una teoría de la conspiración, quizá demasiado maquiavélica para los admiradores del encumbrado ratero, que idolatran al capital sanguijuela y se arrastran como gusanos; su falta de inteligencia confunde la falta de escrúpulos con inteligencia y tiene muy vaga noción de la dignidad.

[] Iván Rincón 2:02 AM

Agosto 17 de 2010

Telmex y sus vacas gordas

Detrás de toda gran fortuna, siempre hay un crimen. Honoré de Balzac. Detrás de una riqueza inversamente proporcional a la pobreza del país que la alimenta, está el crimen organizado.

I

El servicio telefónico en México es el más caro del mundo y eso lo sabe todo el mundo, pero nada es suficiente para Telmex, que además roba: inventa el número de llamadas que hacemos (siempre a su favor, obviamente), cobra por servicios adicionales que nadie le pide... y lo más inaudito es que todo México permite y hasta propicia que un personaje como Carlos Slim se pudra en dinero que no es suyo; del gobierno se entiende (¿qué otra cosa puede uno esperar de quien vende hasta lo que no tiene?), pero... ¿y nosotros, el público usuario, los clientes a huevo, los afectados? Telmex tiene también el peor internet del mundo, no solo por sus tarifas (para gente con mucho dinero y poco seso, no digamos dignidad), sino por la "calidad" del servicio, que es pésima y encarece la vida más allá de lo que uno tiene tiempo de calcular: lento hasta el desquiciamiento, desconectado a cada rato, como hacen ahora sus émulos de Axtel, antes Avantel, que dan por cautivos a sus clientes de internet en el contrato de telefonía local... No existen alternativas a Telmex, pues Axtel y Nextel (empresas cuya normalidad es el desastre y un automatismo invertido: personal infrahumano que obedece a las máquinas) compiten por un mercado con rehenes en vez de consumidores.

Y ahora resulta que la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) aloja en sus instalaciones un módulo de Telmex para atender las quejas y "canalizarlas", como dice la burocracia paraestatal, o "transferirlas", como dice la burocracia de la iniciativa privada... de iniciativa; esta versión de aberrante simbiosis que hace a la Profeco ser vil instrumento del dinero, instrumento servil del vil dinero, y hace a Telmex, por su parte, juez y parte, circula por La Red y quizás en estos días yo pueda confirmarla; semejante aberración sería el colmo del cinismo y viceversa. Lo que parece no tener límites es la voracidad de Telmex y nuestra tolerancia; dije parece...

II

Carlos Slim, el hombre más rico del mundo, según Forbes, es un miserable: oportunista y ratero, según yo; prestanombres de Carlos Salinas y crimen organizado, según el secreto a voces de la calle, la sospecha popular en México y el mundo (informado, claro, no embrutecido por la televisión, la religión, el fútbol y el cigarro); su relación con pederastas de la peor calaña está documentada: Marcial Maciel celebró su boda en 1966 y ofició la ceremonia luctuosa de la esposa en 1999. La coincidencia de Kamel Nacif y Succar Kuri con el parásito más grande que ha padecido este país en toda su historia, reciente y antigua, no es casual; además del origen libanés, los tres empresarios tienen en común la falta de escrúpulos como estilo para hacer negocios, los fines de lucro sin principios éticos y morales, básicos y elementales, ni de ninguna especie.

Eso no obsta para que imbéciles y oligofrénicos se entusiasmen con la idea de que este vil capo sea presidente de México (¿será por su frase demagógica de creer en México?) y paguen por el servicio de internet más caro y lento de todos y el de telefonía móvil más contaminante, y fumen Marlboro (como si fumar no fuera de por sí demasiada chingadera), compren equipo de cómputo Apple y coman banana split en Sanborns, donde venden también estatuillas de Hitler y Porfirio Díaz.

III

Hace unos días logré hablar por teléfono con un "supervisor" de Telmex y protestar verbalmente por el cobro excesivo del mes, no sin antes fingir interés en las opciones de internet que ofrece este engendro monopólico del salinismo, lo cual me recordó a Michael Moore cuando se afilió a la Asociación Nacional del Rifle para conseguir una entrevista con Charlton Heston. Telmex no tiene un número telefónico ni dirección electrónica para recibir quejas; en sus oficinas, "canalizan" o "transfieren" al quejoso a un aparato por medio del cual habla con una empleada que espeta: "Esas son las llamadas que hizo", y cuelga; la mujer tiene ante sus ojos una pantalla de computadora en donde aparece el número de llamadas que su mafia cobra y, como ella no piensa, obedece a la máquina y cree que es la neta del planeta. El "supervisor" con quien hablé no es menos autómata y pretendía confrontar día por día mi registro y el suyo. ¿Para qué? -le pregunté. "Para saber en dónde está la diferencia", contestó. ¿Para qué? -volví a preguntar cada vez que él intentaba darme atole con el dedo y que yo perdiera la mayor cantidad posible de tiempo, hasta que sufrió un trastorno propio de la gente infinitesimal, cuyo principal síntoma es la tautología; luego salió con la mentira consciente o creencia inconscientemente religiosa de que "el sistema" es infalible, pues obedece a una "computadora central" y la prueba fehacientísima del incontrovertible milagro (Dios y la tecnología convergen en este caso) es que los recibos de Telmex tienen el sello de la Secretaría de Hacienda. Por primera vez en estos días, que ya parecen una pésima racha, estuve a punto de soltar una carcajada, pero me limité a decir que Telmex roba y si alguien en verdad no lo sabe ha de ser un muerto...

Ahora hago la siguiente reflexión: Todavía más increíble que la infalibilidad de un ente omnímodo llamado "el sistema" es que alguien la crea. No dudo que Telmex tenga empleados imbéciles y hasta oligofrénicos (retrasados y débiles mentales), como los hay en todos lados, pero debe de haber alguien al mando, responsable del atraco sistemático y automatizado, avalado por la Secretaría de Hacienda. "Alguien allí sabe que me cobra de más", dije con la esperanza de que algún ser pensante escuchara mi llamada y supiera que sabemos lo que saben, a saber, números alterados con fríos cálculos de ganancia máxima y riesgo mínimo por amplia cobertura de una complicidad abyecta, corrupta y también sistemática. No es necesario mirar muy alto; en La Red puede uno leer testimonios de empleados anónimos que explican los métodos con que opera este engranaje por mediación de cajas y "centrales" que distribuyen las líneas y en donde alguien hace el trabajo sucio y negocio adicional.

Ahora reflexiono también que, así sea yo nadie para Telmex por no tener ningún poder material, y amenazar con acudir a la Profeco debió de parecer un chiste muy malo, tengo algo que no conoce ni siquiera desde lejos ese monstruo nefasto cuya expansión invade casas particulares y oficinas de gobierno: credibilidad. Lo que yo diga, sea lo que sea, tiene la credibilidad que falta en los recibos de Telmex y las declaraciones de Carlos Slim, no digamos alguno de sus ínfimos empleados, que tampoco saben de valores como la dignidad, pero ya les caerá el veinte...

[] Iván Rincón 16:34 PM

Agosto 10 de 2010

Cuanto más rápido escribo un texto, más tardo en corregirlo, y en eso estaba con el anterior cuando Avantel me desconectó de la red; habían pasado los primeros 30 minutos del domingo 8 de agosto y no pude reconectarme sino hasta el lunes a las 14.00, o sea, 37.30 horas después. ¿Cuántas veces lo intenté? Nada más cuatro, multiplicadas por diez. Luego del segundo intento, el domingo en la mañana, llamé a Soporte Técnico y contestó la grabación que tiene más de un año diciendo: "Escuche con atención, ya que nuestro menú ha cambiado"; escuché con atención porque sin eso no es posible; marqué la opción conducente y un segundo menú me hizo elegir de nuevo entre sus opciones; un tercero hizo lo mismo y, finalmente, la voz grabada informó: "Le recordamos que nuestro horario de atención es de lunes a viernes", de tal hora a tal otra. "¡Gracias por llamar!"

El lunes dediqué dos horas y toda la energía que pude concentrar en ellas a resolver este problema y, una vez logrado (según mi optimismo), a la media hora de navegar, Avantel volvió a desconectarme; luego de los obligados intentos de reconexión, llamé por teléfono y de nuevo la pesadilla de los menús grabados, los empleados que interrogan con preguntas improcedentes para empezar y, por cada respuesta, lo hacen esperar a uno y escuchar anuncios comerciales que aturden o la grabación repetitiva: "En Axtel, su llamada es lo más importante para nosotros; gracias por esperar", unas veinte veces consecutivas, con un fondo musical insoportablemente cursi. A la media hora de esta burla desgastante y desquiciante, antes de avanzar un carajo, el autómata en turno "transfiere" la llamada al área correspondiente y entonces otro autómata hace las mismas preguntas con las mismas esperas, los mismos anuncios estridentes y la misma grabación repetitiva, pero con mucho más cansancio de mi parte, mucho más estrés acumulado y mucho más rencor del que podrían siquiera imaginar; el número de "transferencias" al área correspondiente no tiene más límite que mi tolerancia; lo que yo diga al margen del interrogatorio, inclusive para evitarlo, es imposible de entender por esta gente (vivo ejemplo de la muerte mental y paradigma de la pequeñez humana), imposible hasta de oír, no digamos escuchar "con atención"; demasiada ramificación para ser estéril, pues nadie pasa de las preguntas y las bolas que se hacen con las respuestas.

La burocracia gubernamental dice "canalizar" para que una llamada siempre sea inútil, al cabo se trata de una sucesión evasiva, "canalizarla" para que, después de mucho tiempo, el máximo posible, nunca llegue a ningún lado, como si le pagaran por cada minuto y cada hora que uno pierda, como si nuestra pérdida fuera ganancia para ella. "Le doy otro número telefónico para que lo canalicen", es el colmo de la burla, cuando el número resulta ser de Telmex o una instancia de gobierno muy otra o estar inactivo, evasión que uno debe asumir como norma. La burocracia de la iniciativa privada usa el término "transferir" para lo mismo: una falta de respeto absoluta...

Hace unos días entendí por qué Avantel me desconecta cada vez que una mosca zumba en la mente vacía del operador al mando; hasta entonces parecía que tuviera un convenio con Telmex para cobrar parte del dinero que me obliga a depositar en el gordo bolsillo de Carlos Slim, pero la realidad es que Avantel está migrando a Axtel, competencia de Telmex, como Nextel, antes en llamadas de larga distancia y ahora también en telefonía local. Yo trato con Telmex todavía por ignorar alternativas menos malas, por no decir nefastas, pero Axtel y Avantel disfuncionan como si dieran servicio telefónico a todos sus clientes y la conexión a internet fuera más bien adicional; quizás están mentalizándose, preparando sicológica y moralmente al personal para el futuro promisorio. "Crecimiento", es el nombre que dan estas empresas fusionadas a su confusión; "el sistema", llaman a la automatización de sus errores, sistemáticos de por sí, al imperio de las máquinas que los rebasa y sirve como chivo expiatorio de las fallas, cuando no culpan de ellas al usuario ("es que dejó abierta la sesión") con deshonestidad agravante. De ahí que uno llame para confirmar que ha pagado por el pésimo servicio vía "Banca en Línea" de Bancomer.com, otra pesadilla de obsolescencia, y los empleados pregunten el número telefónico para salir en seguida con que no está registrado; hasta la contestadora grabada lo hace... y, en suma, el resultado es pérdida de tiempo y confianza (en caso de que haya algo de eso); en vez de crecer, parece que sufrieran un colapso y, como efecto colateral, alguien al mando creyera que dejarme sin internet dos días es negocio. Me han cobrado tres veces consecutivas después de que pago "en línea" y no puedo consultar mi cuenta en el sitio web de Axtel o Avantel, que está entre su construcción a medias y su destrucción en ciernes; para ser como Telmex, en cuya web es bastante fácil consultar mi cuenta, ni siquiera una dirección electrónica tienen a donde yo pueda enviar mi comprobante de pago. Un ejemplo brillante del desastre como normalidad es que, en el sitio de Avantel, hay un número telefónico para dizque "atención a clientes" y resulta que es de Nextel; en el recibo impreso de Avantel aparece el mismo número de Nextel; por teléfono me dan el mismo número de Nextel, cuyos empleados no son menos autómatas y soberbios, por cierto. ¿Qué relación hay entre Nextel y Axtel? Ninguna, salvo su competencia por el mayor parecido posible con Telmex... al menos en dolores de cabeza.

Telmex, por su parte, me cobra 70 llamadas más de las que hice en junio... Cuando su cajero automático no está fuera de servicio, pero tampoco funciona el escaner, el vigilante se abstiene de informar que uno puede teclear el número telefónico en la pantalla; "no me corresponde", contesta, y sus ínfulas desbordan los límites de su "correspondencia". El nivel de especialización se eleva con la división del trabajo en la expansión empresarial, y un área transfiere a otra la llamada, la pregunta, el reclamo, que nunca jamás llega a ningún lado ni sirve para nada; la burocracia, máxima suma o concurrencia de masa parasitaria, sistema reproductivo de inercias inútiles, de automatismo infrahumano que obedece a las máquinas, triunfa cada vez que fracasamos quienes la padecemos. Después de pagar en el cajero automático de Telmex, la pantalla avisa: "Por el momento no doy cambio". Y yo me restriego los ojos, me rasco la cabeza y me pregunto seriamente si este pinche país y este pinche mundo y la pinche gente, que es una especie de animal de veras pinche, tienen algo de aceptable. Con amargura inadaptada y discordante, me temo que no.

[] Iván Rincón 4:04 PM

Agosto 6 de 2010

Superama: denuncia pública

Enviada por correo electrónico a la autoridad competente en la materia respectiva para que haga lo conducente y correspondiente

A reserva de confirmar un dato de esta denuncia cuando mi médico tratante, el doctor Alejandro Jiménez Genchi, del Instituto Nacional de Psiquiatría "Ramón de la Fuente Muñiz", regrese de vacaciones el martes 10 de agosto, me permito hacer de su conocimiento los siguientes hechos para que la autoridad competente actúe, tome cartas en el asunto, inmediatamente.

El 25 de junio compré una caja de Tafil con 30 pastillas en Superama, sucursal ubicada en Río Churubusco y Eje Central Lázaro Cárdenas; la receta que entregué, por tratarse de "medicamento controlado", era para una caja de 90 pastillas (eso es lo que espero confirmar) y, a petición de la empleada que atendía la farmacia, escribí mi nombre y dirección al reverso; hace unos días me percaté de que la caja es de 30 pastillas, no de 90, así que pedí me permitieran ver el documento médico, en caso de que todavía no lo entregaran a la Secretaría de Salud; una empleada muy ingenua me enseñó la receta más reciente para tal medicina, que está fechada el 25 de junio, pero no es del Instituto Nacional de Psiquiatría, sino de una doctora particular que no conozco, si acaso existe; al reverso del DOCUMENTO APÓCRIFO están mi nombre y mi dirección, información escrita a mano con letra o caligrafía que no es mía.

Pedí hablar con un gerente y, mientras la empleada lo llamaba y le informaba la situación, hice mis compras; media hora después, en vez de llamar al gerente, la empleada había tratado de comunicarse por teléfono a la casa de su par, la que me vendió el medicamento y cambió la receta; le dije que eso era complicidad y que, sin no llamaba al gerente, lo haría yo; entonces habló con un subgerente de nombre Jorge González mientras yo hacía fila en una caja; luego de pagar, tuve que pedir que alguien lo llamara porque ya no estaba en donde habló con la empleada; regresó 45 minutos después de que pedí lo mismo por primera vez; le informé todo y pregunté si la empleada le había "informado" lo mismo; contestó que no y, de paso, negó haber visto la receta apócrifa; tampoco accedió a verla en mi presencia (¿¡!?); propuso que yo regresara con mi boleto de compra para corregir el "error", y acepté a cambio de que la policía viera la receta antes, pero el sujeto se negó también a eso y, más aún, dijo que la policía ni siquiera podría entrar si no llevaba "una orden" (sic); olvidó por el momento que estábamos en un establecimiento público y, para colmo de prepotencia, insistió en que él, a diferencia mía, era quien decidía "lo correcto" en este caso (ocultar la evidencia de un delito y poner en evidencia que no lo comete una persona, sino la tienda), pues Superama es "una institución". Mientras hablábamos, llegó la empleada que me vendió el medicamento y cuyo nombre me negaron: la negación es la única posibilidad allí.

Salí a la calle en busca de la policía y, a mi regreso, el subgerente se ausentó de nuevo casi media hora, tiempo durante el cual un empleado (el que monitorea las cámaras de vigilancia) fingió que observaba las cremas para la piel a espaldas del patrullero, para escuchar lo que habláramos. Cuando el subgerente por fin se presentó, luego de que pedí hablar con alguien de mayor jerarquía, le dijo al patrullero que no podía (sic) mostrar la receta porque, para eso, necesitaba (sic) un oficio de la Secretaría de Salud (sic), según "la ley" (sic), pero nunca dijo qué ley ni mucho menos qué artículo, a pesar de que se lo pregunté cinco veces (sic); de principio a fin, usó la táctica del sordo que interrumpe al interlocutor con sandeces oligofrénicas y patrañas legaloides, tan incoherentes como deshonestas. El patrullero se dejó convencer por el traje y la corbata, la mención demagógica de "la ley" en abstracto y el hecho de que Superama es físicamente más grande que un cliente.

Para empezar, en vez de entregar las recetas a la Secretaría de Salud, como cualquier farmacia, Superama las retiene como supuesto comprobante, pero hace de ellas un uso ilegal. La receta médica apócrifa es un delito que pretende encubrir otro, menos presumible, pero más grave: adquirir "medicamento controlado" para venderlo en el mercado negro. Un cuarto delito, agravante de los anteriores, es el encubrimiento sistemático, tanto de los hechos como de quien los realiza. El subgerente, la empleada y el personal de seguridad no hicieron NADA para corregir algo; por el contrario, agravaron todo cuanto está mal aquí: el ocultamiento de la evidencia y hasta de ellos mismos, aparte del grotesco espionaje, es el comportamiento de quien sabe que sus actos son punibles, pero invoca a conveniencia una ley imaginaria. Por lo visto, no se trata de hechos aislados ni de una persona que hace "tranzas" por individual iniciativa o voluntad propia, sino de un engranaje, un sistema consciente de ilegalidad como negocio paralelo.

Tampoco es la primera vez que me ocurre allí algo de semejante índole, aunque menor: otras veces he cometido el error de pesarme y medirme en una máquina tragamonedas por la que, igual que en Sanborns y lugares por el estilo, nadie asume responsabilidad, sino complicidad; también he cometido el error de quejarme y ha servido acaso para confirmar la deshonestidad como "política" y hacer corajes; he padecido la estupidez infrahumana, entre oligofrénica y esquizofrénica, tanto de cajer@s como de gerentes y subgerentes, por no hablar del personal de vigilancia. Si esta gente no antepusiera inescrupulosos fines de lucro a principios éticos y morales, básicos y elementales, devolvería los dos o tres pinches pesos que se traga una máquina dentro de las instalaciones de la tienda, en vez de hacer méritos para merecer la cárcel y seguir campante, como si nada, pero no a salvo del rencor acumulado por su impunidad.

Desde hace siete años he sido testigo, por ejemplo, de cartulinas gigantes que anunciaban precios de fábula sobre productos con precios muy superiores en caja (debajo de esos productos estaban los precios reales, pero en diminuto, casi ocultos); productos lácteos con fechas caducas y/o en notoria descomposición; no he visto las carnes porque soy vegetariano, pero es de suponer que ocurre lo mismo; ofensivos mensajes -mal escritos, además- para inhibir posibles intenciones de robar al sabernos observad@s por una cámara, como si l@s clientes fuéramos de su calaña...

En fin. Espero que este asunto sea la punta de una hebra, que acabe con la confusión entre un servicio y ser un vicio, que destape la cloaca y queden al descubierto las complicidades, inclusive de las dizque autoridades en su caso y en los hechos, así sea por omisión.

¡Amén!

Por su atención, gracias de antemano.

Iván Rincón Espríu

Posdata preventiva: Según fuentes confiables, cuyos nombres me reservo por obvias razones, la impunidad con que operan cadenas de tiendas como Superama y Sumesa, entre otras, se debe a la corrupción de una amplia red alrededor suyo y la práctica de "sembrar" objetos robados o drogas ilícitas en ropas o carros de clientes "conflictiv@s" (como yo), por supuesto en contubernio con la policía. Hago público este hecho por si acaso me ocurre, pues tengo la penosa necesidad y el derecho de seguir haciendo compras allí.

Posdata personal: El error doble de comprar una caja de 30 pastillas y percatarme apenas hace unos días, lo he pagado muy caro, pues ha causado un trastorno en mi "organización", empezando por el horario de sueño, así como una desproporcionada y estresante pérdida de tiempo, que debo agradecer también a la burocracia, máxima suma o concurrencia de masa parasitaria, causante de que nada funcione bien o todo funcione mal y sea siempre inútil cualquier intento personal, más o menos aislado, por lograr algo; esta disfunción crónica y sistemática es la normalidad en México.

[] Iván Rincón 7:34 PM